HISTORIA DE SA PEREIRA


Pequeña Síntesis:  Pueblo y estación en la provincia de Santa Fe, cuyo nombre lleva en honor a Domingo de Sa Pereira por haber sido el propietario de estas tierras y de las que rodean la estación, y haberlas donado al FC BA y R  para permitir el paso de las vias y construir alli una estacion.


Sa Pereira, 2007

ORIGEN DEL NOMBRE DE LA ESTACIÓN Y EL PUEBLO

Fundado por la familia Sa Pereira en 1886. La historia del pueblo comenzó en 1880 cuando Eduardo de Sa Pereira heredó de su padre, Domingo de Sa Pereira, una estancia ubicada al sudoeste de Esperanza. Eduardo de Sa Pereira decidió donar parte de las tierras para permitir el paso de las vías del Ferrocarril Central Argentino, y construir la estación y los edificios públicos en 1886. El 15 de octubre de 1886, fecha de fundación de la localidad, el Gobierno aprobó los planos. El Ferrocarril habilitó la estación, del ramal Rosario-Tucumán, en febrero de 1887. El creador del pueblo quería que éste llevara el nombre Santa María, pero, finalmente, se impuso el nombre de la estación: Sa Pereira. El 27 de marzo de 1888, fue creada la comuna, que tiene una extensión de 215 kilómetros cuadrados, sobre la ruta nacional 19, que une Santa Fe con Córdoba y al sudoeste de Esperanza.


La estación de Sa Pereira en la actualidad

Fuente: Argentina Pueblo a Pueblo

 


Triste Historia de

"Un Pequeño, pero Gran Pueblo"


Trágico accidente del "Estrella del Norte"

Basado en los testimonios de Daniel Osvaldo Ramos y de la revista GENTE

Escrito por Guillermo Néstor Ramos Autor de este sitio, y Hermano de Daniel

Sábado 25 de febrero de 1978, 7:22 hs paso a nivel, estación Sa Pereira, Santa Fe. Semáforo en rojo, campanilla estridente. El tren "Estrella del Norte” avanza. Lleva 2.130 pasajeros. Alguien cruza las vías en ese instante. Maneja un camión con acoplado. Se llama Arnaldo Rubén Bianchini. Luego el choque y la tragedia. 55 muertos y 56 heridos. Esta es la historia.


Estación Tucumán
A las 6 de la tarde del viernes 24 de febrero la estación Tucumán del Ex Ferrocarril General Bartolomé Mitre (Hoy NCA) estallaba bajo el bullicio de la inminente partida del tren “Estrella del Norte” rumbo a Buenos Aires. Los pasajeros de primera, pullman y dormitorios, ocupaban ya sus comodidades. Con mucho más desorden los que viajaban en clase turista buscaban su coche y asiento, y los cientos que no lo tenían trataban de buscar una buena ubicación entre los siete clase turista. Daniel O. Ramos (*), hijo del Superintendente de Tráfico de esta estación terminal, subió al coche dormitorio, último de la formación, viajaría solo y al cuidado del camarero y del inspector de tráfico señor Mateo Ponce por encargue de su padre ya que este viajaba por trabajo que realizaría en la línea, tenia entonces 16 años, en Retiro lo estaría esperando el sábado su abuelo materno y su hermano menor, pero el tren no llegó. Treinta grados de temperatura y un cielo límpido, era el manto de una estación atestada de gente, por un lado los que viajaban a Buenos Aires y estaciones intermedias, por el otro los familiares que despedían a estos, y además los que esperaban partir también desde esta estación rumbo a Salta, Jujuy, la Quiaca y sus intermedias.

La nota gráfica ilustra la magnitud del accidente: un coche incrustado en otro. Foto revista Gente 

El "Estrella del Norte" aún no sale
Pasan los minutos y la gente se impacienta. Ricardo flores, 52 años, tucumano, guarda primero, se saca su gorra para arreglarse el pelo algo entrecano y seca su frente con un pañuelo, luego apoyado en el coche dormitorio mira hacia la ventanilla abierta cercana a él y su mirada se cruza con la de Ramos, expectante y tranquilo.
- ¿ No sale?
- Sale a las siete y veinticinco...
- ¿Qué pasa?
- Hay que esperar el que viene de la Quiaca, tendría que haber llegado a las 14:00 hs, ...tiene que trasbordar mucha gente con el Estrella.
Flores se encogió de hombros. Ramos continuaba dialogando con su madre que en el andén se encontraba junto a dos de sus hermanos de 6 y 9 años, mientras su padre, recibía los informes de donde se encontraba el tren del Belgrano que debía combinar con el número 14 de su ferrocarril.

El camión que provocó el accidente. Foto revista Gente 

La partida
A las 19:23 hs., Flores escuchó las dos campanadas, vio la señal, le pegó un fuerte soplido a su silbato y agitó el paño verde, dos minutos más tarde el tren se sacudió en medio de un chirrido de ruedas, y los gritos de amigos, hijos, padres, madres, primos, abuelos, tíos, sobrinos, novios, novias, transformando la estación en un bullicioso salón, quizás único himno de voces de las grandes terminales ferroviarias. Mientras tanto un parlante anunciaba, personal de conducción y guarda 1º de tren número catorce, su tren ha sido despachado, observando señales puede partir. Daniel miró por la ventanilla y vio como la estación quedaba atrás muy lentamente, hasta ya no ver más los brazos de su madre. Lentamente las casas y ranchos al costado de la vía iban quedando atrás a medida que el tren avanzaba

Los coches incrustados y descarrilados, en primer plano el camión que desató la tragedia. Foto revista Gente 

El viaje
Ya en viaje y llegando a la Banda, Ramos terminaba de leer esa revista en la que un pato afortunado se burla de otro signado por la mala suerte y de las pillerías de sus tres sobrinos. Ya en la Banda, los revisadores de vehículos golpeaban con sus martillos varias partes de los equipos que se encontraban bajo el piso de los coches, mientras otros empleados cargaban agua a los sedientos coches de la larga formación. Más y más pasajeros abordaban aquel tren, felices por llegar a la gran ciudad el día después, mientras muchos que ya venían desde Tucumán, se pertrechaban de alimentos y bebidas en el bar y los quioscos de la estación santiagueña. Nuevamente el silbato y el paño verde, despachaba el tren con más almas a bordo, esta escena se repetiría en Forres, Fernández, Herrera, Colonia Dorá, Pinto, Ceres, Sunchales y Rafaela.

La GT 22 nº 9212 volcada. Foto revista Gente 

(*) Daniel Osvaldo Ramos, porteño, hijo del Superintendente de Tráfico de Tucumán, se negó a abordar el tren de los sobrevivientes quedándose a trabajar junto a voluntarios y ferroviarios en la remoción de los coches. El Superintendente de Rosario, Juan Karmalita, amigo de la familia, lo albergaría hasta la llegada de su padre a Rosario. Días más tarde cuando llegó a la casa de sus abuelos en General Pacheco ingresó al Cuerpo de Bomberos Voluntarios y desde entonces continuó incorporado a la institución hasta principios del 2003 cuando la muerte lo sorprendió a la temprana edad de 41 años. No sólo fue una lamentable pérdida para mi  familia  y sus hijos, sino para la comunidad toda a la cual se debía al alistarse como bombero voluntario,  estando siempre presto para acudir a cualquier incendio poniendo en riesgo su propia vida para salvar otra.


La noche
En Pinto el tren se retrasa aún más, esperando el cruce con su par procedente de Retiro con destino a Tucumán. La formación quedaba fuera del anden casi seis coches por detrás en medio de una oscuridad tan sólo iluminada por una vieja columna del f.c.c.a. con un foco de 40 watts y la blanca luz de los pullman Hitachi, que con su ronronear perturbaban la tranquilidad de la noche de aquel pueblo santiagueño. En Ceres se produce el relevo del personal de conducción que tendrían a su cargo la GT22 - 9212 hasta Rosario, el destino seria otro.

Llegada del tren a Retiro con los pasajeros sobrevivientes del accidente. Foto revista Gente  

Bianchini sube al camión
Casi simultáneamente a la salida del Estrella del Norte desde Ceres, Arnaldo Rubén Bianchini, 28 años, casado hace 3 con Blanca Lidia Martínez embarazada de tres meses y una hija de un año y medio. Arnoldo trabaja como camionero del frigorífico Santa Elena de Paraná, Entre Ríos, la provincia donde nació. A las 3:45 hs del sábado subió al camión Ford F 600 modelo 1976 con caja y acoplado térmico helvética. La cabina celeste, el resto una larga mole de aluminio que vacío pesa 12.000 kg, había sido cargado con 25.000 kg de grasa comestible y latas de corned beef, debía llegar a Córdoba con su carga. Y cuando puso en marcha su camión ya tenia pensado el itinerario, la avenida Almafuerte, la ruta 18, el túnel subfluvial, la ruta 19. La ruta 19 era una ruta más para Bianchini y su acompañante Rubén Bonaldo de 26 años, pero esa ruta a la altura de Sa Pereira, un pueblito de Santa Fe de 2.000 habitantes se cruza con las vías del ferrocarril General Bartolomé Mitre.

Amanecer en el tren
El tren atrasado en su partida y después de haberse detenido en varias estaciones llevaba ya dos horas y ocho minutos de atraso, eran las siete de la mañana, Ramos y Ponce se aprestaban a ir en minutos más al coche comedor a desayunar, las sacudidas del tren eran fuertes y tanto Ponce como el Inspector jefe del tren, dialogaban en el pasillo y calculaban que iría a un poco más de 90 km/p/h, velocidad apta como para recuperar algo de tiempo perdido, en el coche silencio, casi todos los pasajeros dormían.

Otra vista de los coches incrustados. Una verdadera trampa mortal para sus ocupantes. Todo una tragedia. Foto revista Gente.

Las 7:22 "el desastre"
Faltaban unos dos mil metros para el cruce, y el maquinista Antonio Gore hizo sonar el silbato de la locomotora porque sabia que estaba cerca de un paso a nivel peligroso. La alarma del cruce hizo sonar su chicharra estridente al tiempo que se encendían los semáforos rojos intermitentes. Bianchini llegaba entonces al cruce cuando un micro de la empresa El Serrano pasaba por las vías, había otros vehículos detenidos a ambos lados del paso a nivel, pero Bianchini siguió al colectivo que pudo ser un desgraciado acicate y aceleró para pasar, cuando al mirar a su derecha vio venir el tren y oyó esa terrible bocina, piso más su acelerador, al que el pesado camión respondió despacio, muy despacio. Eran las 7:22 de la mañana. Héctor González, un vecino del lugar a sólo metros del paso a nivel vio al colectivo pasar y no pudo menos que pensar “!!!Que bárbaro¡¡¡” y más sorprendido quedó cuando vio al segundo vehículo, “el camión” que quería ganarle la carrera al tren, pensó lo peor, y pasó lo peor, González no podía creer lo que veía y se agarraba la cabeza con las manos, vio el impacto, quiso gritar, gritó, pero ya la historia no podía volver atrás ni siquiera tan sólo unos segundos. El estruendo y el acoplado pulverizándose volaba por el aire en medio de una nube de polvo, tierra, pastos y raíces. La locomotora había saltado de las vías y se desplomaba volcando paralelo a ellas, el tren siguió su recorrido por cientos de metros hasta que los dos coches del centro se fundieron incrustándose entre si en un abrazo de hierros y maderas, se escuchaba entonces el alarido de espanto y dolor que creció y que después se fue apagando hasta convertirse en un coro desentonado de quejidos.

Después el horror
Ramos y Ponce sintieron un terrible golpe seguido de una fuerte frenada, (producto del derrape de los once primeros coches que se salieron de las vías) de pronto todo quedó inmóvil, luego corrieron por el pasillo ya con muchos sorprendidos ocupantes que intentaban bajar de la formación y entraron a los pullman, allí el caos era mas severo, los 52 pasajeros colmaban su capacidad, intentando salir en medio del espanto, y las valijas y bolsos que al caer de los portaequipajes estaban desparramados entre los asientos y el pasillo central, en el coche comedor los asustados mozos quedaron anonadados después de ver como las mesas preparadas ya para el desayuno quedaron vacías en segundos, y un millar de astillas y trozos de loza se dispersaron por el piso, la cocina bañada en agua hirviendo dejó caer gigantescas ollas que se calentaban para satisfacer la demanda de miles de termos y mamaderas que en algún tiempo más llenarían. Los cocineros, muchos quemados y gritando de dolor, las hornallas abiertas perdiendo gas, vajilla sembrada por doquier, botellas rotas que salieron disparadas de los cajones hacían parecer a este coche como campo de batalla con humeantes superficies de vapor y de angustia. Más tarde una vez abajo vieron los restos del camión y  no pensaron que la cosa era peor, corrieron por los yuyales mojado por el rocío de la noche e intentaron llegar hasta el camión luego de cruzar una zanja, ya en él comprobaron que Arnaldo y su compañero no estaban y al girar la vista en dirección hacia donde iba el tren vieron una sombra grande y negra recostada a ciento veinte metros del paso a nivel, era la locomotora que humeante guardaba en su cabina los cuerpos de Gore, su preconductor y un inspector de locomotoras, hacia ella corrieron pasando en su alocada carrera al lado de los coches incrustados, es terrible lo que ocurre, pensaron y mientras los gritos de la gente ensangrentada bajaba de los coches, continuaron su carrera hasta la 9212 donde encontraron lúcido al preconductor y al inspector, y muy mal a el conductor, Ramos tomó su pañuelo y se lo puso en el ojo a Gore, luego con la ayuda de Ponce, el compañero y otros que se acercaron sacaron al maquinista de la locomotora y lo acomodaron a la sombra de la mole volcada. Los minutos pasaban y la ayuda no llegaba, entonces Ramos fue hasta el furgón, semivolcado y sacó el teléfono a magneto y las cañas que colgaron junto con Ponce en los cables del poste telegráfico, luego de varias descargas eléctricas recibidas por lo mojado que estaban, logran dar la alarma que fue recibida por Gálvez,  Rafaela y más tarde por Rosario Norte. Al rato, transformado en un tiempo eterno comenzaban a llegar los primeros bomberos, policías y acaso los dos mil pobladores del lugar.

La cruz de San Andrés con sus señales luminosas y sonora que funcionaron normalmente al acercarse el "Estrella del Norte" al trágico paso a nivel. Foto revista Gente.

El "Estrella del Norte" descarrilado visto desde el aire, resultó una trampa mortal para muchos de sus ocupantes por la imprudencia del conductor de un camión. Foto revista Gente. 

El señalamiento del trágico paso a nivel funcionó perfectamente, el camionero Bianchini hizo caso omiso a las luces rojas intermitentes y a la señal sonora provocando la tragedia. Tragedia que pudo haberse evitado. En segundo plano uno de los coches de la formación descarrilado semivolcado. Foto revista Gente.

Un pequeño gran pueblo
Los habitantes de Sa Pereira, superados por un centenar de los pasajeros del tren se fueron multiplicando para ayudar, obedecieron órdenes de policías y bomberos que fueron llegando desde San Gerónimo, Esperanza, San Francisco, Rafaela, Gálvez, Rosario, Santa Fe, Paraná, y otros pueblos vecinos. Aparecieron presurosos con sus chatas, sus camionetas destartaladas, sus damajuanas llenas de agua, sus limpios trapos para usar de vendas, sus herramientas de trabajo, sus escaleras y todo su coraje. A la hora del accidente muchos ya se habían levantado y se preparaban para un sábado, día laboral algo más tranquilo que los del resto de la semana, ya de por si tranquila. Pero cuando se enteraron del siniestro, la pachorra sabatina se terminó. Y cuando los heridos que eran muchos llenaron la sala de primeros auxilios de dolor y de sangre, de llanto y de gritos, todo un pueblo vio al vecino Mignola llevar en brazos a una chica muy herida hasta su humilde casa, y a don Sebastián, el panadero, socorrer a un muchacho con la cabeza ensangrentada, estos son sólo algunos ejemplos de los muchos casos de ayuda desinteresada que protagonizaron los valientes pobladores. Horas después, el jefe de policía de Santa Fe coronel Carlos Alberto Ramírez, que encabezaba el trabajo de sus hombres, preguntó asombrado quién es ese paisano corpulento que con la cara bañada en lágrimas ayudaba a cargar cadáveres en una camioneta policial. “Es Oscar Giorda” le dijeron, y volvió a preguntar “¿Policía del pueblo?” “No señor, no, él es un vecino más”. El coronel sintió mucho respeto por ese paisano. A su lado quien le daba las respuestas, un hombre de camisa a cuadros y pantalón gris, sin demasiados protocolos, alto y canoso, Adolfo Bessone, Intendente del pueblo desde hacía veintisiete años. Cuando el caos terminó siendo organizado, el sol pegaba con 33º de temperatura. José Luiseto abrió la puerta de su casa, y con voz nerviosa le dijo a Clara, su mujer: “Saca todo de la cama y prepara agua hervida, Clara entendió sin mayores explicaciones. Juntos atendieron a tres heridos hasta que 5 horas después un médico llegó a su domicilio. Ejemplos de vida, valor, coraje, abnegación y solidaridad se vivieron por doquier, en aquel pequeño pero gran pueblo.

Bianchini detenido
Detenido en la comisaría de Sa Pereira, lo ubicaron en una habitación para el personal ya que no tiene calabozo, porque el delito más grave del pueblo no pasaba más allá de una fuerte borrachera, el recinto de paredes rosas surcadas por unas raras manchas de humedad que la ennegrecen formando raros dibujos, que tal vez en la imaginación de Bianchini forman ahora la imagen de un camión que es arrollado por un tren. Con un acoplado destruido al costado de las vías, y el semáforo con campanilla estridente funcionando casi hasta dos horas después del choque y silenciado cuando fue desconectado.

Los bomberos de las localidades vecinas, San Gerónimo y Esperanza, inician el rescate en los vagones más dañados por el impacto. Foto revista Gente.


 


"HOMENAJE Y RECUERDO PERMANENTE A MI HERMANO DANIEL, DESDE ESTE SITIO CONSTRUIDO EN SU HONOR Y EN EL DE MIS PADRES."



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